viernes, 14 de febrero de 2014

¿Cuánto pesa el verbo amar?


¿Cuánto pesa el verbo amar? ¿Cuánto cuesta una palabra que nos sepa emocionar? ¿Cuánto vale un susurro al oído, que nos erice el vello, y nos haga sonrojar?

¿Cuál es el precio de un te quiero a tiempo? ¿Cuánto darías por su mirada, por las lágrimas en sus ojos al observarla?… Yo lo daría todo por un minuto contigo. ¿Recuerdas, mi vida, cuando quitabas el frío de mis manos aquellos días de tormenta, recuerdas como nos mirábamos emocionados? ¿Cuánto se paga por eso? No, cariño, no está en venta.

Llámenme egoísta, lo soy por atesorar en mi alma cada recuerdo, por proteger con celo cada beso, cada momento. Por revivir aquellas noches en tu cama, haciéndote cosquillas, acariciando tu espalda. ¿Te acuerdas mi cielo de cómo te amaba?, pues mis ojos no te mentían cada vez que te miraban, y aunque todo estuviese patas arriba, ellos eran la garantía. Pues tu sonrisa agradecida y mágica me confirmaba cual era el camino, y así, pequeño, encantado te seguía. Mostrábamos nuestro camino, le aportábamos nuestra energía

¿Cuánto pesa el verbo amar? ¿Cuánto cuesta un trocito de cielo? ¿Cuánto podría ofrecer al tiempo para volverlo atrás? Para recuperar aquellos días en los que me solías besar, aquellos momentos que algún día volverán, pues nada muere para siempre, y yo, tengo fuerza para esperar. Sabes que no te miento, que te digo la verdad, pues aún recuerdas mi mirada emocionada al oírte cantar, aunque me metiese contigo, aunque luego con un beso y un par de achuchones te tuviese que contentar. Sabes que eras mi vida, y la mía por ti pensaba entregar.

Creíste mis promesas, lo sabes, y no temas, el tiempo es nuestro, y aunque la vida muchas veces no nos espera, la sabremos remontar. Y aquellas palabras que algún día te dije, ahí seguirán, esperando su oportunidad para ser cumplidas, para que nosotros pongamos el precio y la cantidad, de un beso, una mirada, de la medida exacta de lo que pesa el verbo amar.




Adrián Peña "Chico Tóxico"



Sígueme en Twitter: @Droximilian

 

sábado, 8 de febrero de 2014

¿Y si esta vez...?

Y si ya es tarde...
Y si se ha olvidado de mí...
Y si hago el ridículo...
Y si me esquiva...
Y si está con otra persona...
Y si pone alguna excusa...
Y si vuelvo a pasarlo mal...
Y si mejor, dejo las cosas como están...

Pero

Y si aún estamos a tiempo...
Y si, en secreto, me recuerda...
Y si está deseando que le hable...
Y si le apetece estar conmigo...
Y si yo soy la única persona...
Y si su excusa soy yo...
Y si esta vez sale bien...
Y si, esta vez me arriesgo a dar el paso...


El miedo nos paraliza, la mayoría de las veces. Cada vez que hay algo por lo que luchar, un sinfín de voces nos asedian con un canto de desesperanza que no nos deja avanzar. ¿Cuántas veces hemos deseado hablar con una persona o enfrentar una situación que tenemos reprimida y nos hace sufrir?
El ser humano es así. Nos hemos acostumbrado a vivir en el temor al ¿qué pasará?. No nos damos la oportunidad de averiguarlo. Damos por sentado que es mejor callar, guardar los sentimientos, no enfrentarse a alguien a quién tememos perder. Y así... lo perdemos todo.
En esta ocasión hablo del miedo a perder un amor. Todos hemos tenido alguna vez la necesidad de gritar muy alto un "Te quiero" a esa persona que, en secreto, nos hace soñar y reír en la intimidad de nuestra imaginación. Y, sin embargo es tanto el miedo al rechazo, que preferimos callar, fingir que es solo un amigo, que mis labios no se mueren por los suyos, que mi vida es perfecta aún sin ti... Y así, nos quedamos instalados en la comodidad de lo conocido. Es tan grande el temor, que llegamos a coger cariño al sufrimiento. Elegimos morir por dentro cada vez que le vemos sonreír, en lugar de plantarnos delante y comenzar con un "¿podemos hablar?"
Y es difícil, no lo niego. Pero, ¿nos paramos a pensar que, solo tal vez, mientras amamos en silencio, esa otra persona también lo hace? ¿Nos planteamos que, quizás, si hoy tengo valor para hablarte, mañana podríamos pasear de la mano? No lo hacemos, porque nos ponemos en lo peor, pensamos que directamente, todo irá mal. Y así, dejamos escapar lo que tal vez estaba reservado para nosotros.
Es solo una reflexión. Es humilde mostrar los sentimientos. Es honesto dedicar una sonrisa a aquel que te las provoca. Es justo expresar que eres tú en quien pienso antes de dormir, y de quién me acuerdo al despertarme, tras haber soñado contigo
Y es tan fácil como hacer caso a eso que tantas veces hemos oído. Si el "NO" ya lo conoces, lo único que puedes ganar es un "SI". Párate a pensarlo. Tal vez esta noche sería la más feliz, quizás mañana te despertara su "Buenos días, mi vida" si tan solo hoy decidieses arriesgarte. Podrías conseguir un SÍ de donde antes no había nada.
Pero, ¿qué pasa si nos encontramos con la negativa? Nada. Solamente seguiría igual todo. No habrías perdido nada. Estarías donde antes, nunca peor. Es importante ver que, si después de dar el paso, nos encontramos con ese temido "NO", nos quedará la satisfacción de haberlo intentando. Habríamos sido valientes, y eso ya es estar mejor que al principio.
El error consiste en dar por sentado que no lo lograrás, y rendirte antes de haber comenzado. ¿Cómo sabrías si esa persona se muere por dar el mismo paso y no encuentra el valor para hacerlo? Hazlo tú.
Y si no resulta... seguirás respirando, seguirás viviendo... lo olvidarás y seguirás siendo feliz. Pero lo habrás intentado. Y eso ya es mucho más de lo que algunos pueden decir.
Por eso, nunca tires la toalla antes del intento. Pocos quedan ya que hagan caso al corazón y dejen de guiarse siempre por la engañosa razón. Nunca harás el ridículo si lo que muestras son tus sentimientos.
Solo puedes ganar... Piénsalo.
Y es importante no desanimarse con ejemplos pasados. "La última vez salió mal", "Ya lo intenté en otra ocasión y me rechazaron"... ¿Y qué? ¿Significa eso que esta vez ocurrirá igual? Cada momento de nuestra vida está ahí por algo. Y los recuerdos del pasado existen para que podamos aprender de ellos, no para reprimir lo que HOY podría ser el más glorioso de los aciertos... tu verdadero paso hacia la eternidad...

¿Y si todo sale mal? oirás en tu cabeza...



Pero, ¿Y SI ESTA VEZ... LO INTENTO?


Las victorias y las derrotas son para los que luchan. Los que no hacen nada, pierden antes de jugar. Y nunca se gana una partida si no movemos ficha...





Y recuerda, a veces la victoria es haber tenido el valor para intentarlo... más que algunos tienen

Adrián Peña "Chico Tóxico"


Sígueme en Twitter: @Droximilian


martes, 4 de febrero de 2014

Mini-héroes

Una vez alguien me dijo “prefiero vivir ahora contigo momentos únicos y crear así recuerdos felices a tu lado, antes que dejarlo todo por miedo al qué pasará, y no tener nada bonito que recordar”.

Ese día, aquella persona me dio una lección. Algo que, aunque en muchas ocasiones oímos, con otro nombre u otras palabras, no nos paramos a otorgarle la atención que realmente merece.

Todos hemos escuchado alguna vez sobre la importancia de “vivir el momento sin pensar en el mañana”. A todos nos han aconsejado en alguna ocasión dejar de planificarlo todo y simplemente dejarse llevar, disfrutar cada instante que la vida nos regala, pues para eso nos lo pone en el camino. Es fácil encontrar este tipo de frases, construcciones verbales al final y al cabo, en todos los ámbitos de nuestro día a día. Y lo gracioso es que, por mucho que se nos diga, y como suele pasar con casi la totalidad de consejos que recibimos, nunca  hacemos caso. No elegimos dedicarnos con todo nuestro empeño a vivir.

Esa persona apareció en mi vida en una época en la que, como tantas otras veces, como tantas otras personas, me encontraba perdido. Mi rumbo estaba a punto de experimentar un cambio brusco y mi vida se disponía a girar muchos más grados de los que las matemáticas permiten calcular. Tenía miedo, incertidumbre, ni un duro en los bolsillos y muchas ganas de apostar. Sentía la necesidad de hacer algo útil, empezar a ver mi potencial. Liberarme de ciertas cadenas, desenterrando un nuevo sendero  que explorar.

A pesar de las posibles ilusiones y esperanzas que me empeñaba en aferrar con mis frágiles dedos; aún llamando “proyecto” a un experimento con briznas de locura que me hacía contar los días con desespero e impaciencia, en mi más remoto fondo no era más que un asustado niño a punto de caminar a ciegas por un valle en el que la soledad sería su único bastón de apoyo.

Esta persona llegó en el momento justo para enseñarme mucho más de lo que imaginé en tan poco tiempo. Justo cuando creía que nada me quedaba por aprender en un lugar donde ya me sentía como un extraño, me regaló, adornadas con su sonrisa y su excelente humor, algunas de las lecciones más bonitas y entrañables de las que puedo presumir. Aprendí esos días que realmente no sabemos en qué momento podemos conocer a una persona que nos marcará para siempre. Comprendí que es imposible poner fecha y hora a la inauguración de una amistad, una ilusión, un amor… Y es que, por irónico que parezca, solo necesitas organizar tu mecánico calendario para que el destino y la vida decidan sorprenderte con otro designio. A veces disfrazado de contratiempo. Otras, en cambio, con un maquillaje de ilusión y besos de chocolate que hace que todo cambie y comiences a dudar de tus planes establecidos  y a empezar a creer en aquello de “si tú me dices ven…”

En el otro incómodo extremo de la balanza, jugando a ejercer contrapeso ante esas emociones rejuvenecedoras, suelen aparecer los enemigos del “pro”. Todas las dudas e inseguridades, el miedo a arriesgar. Las ganas de tirar la toalla y encerrarte en tu habitación, hacer oídos sordos al mundo y soñar con volver atrás en el tiempo, cuando no tenías la opción de decidir.

Son tantas las veces que nos pensamos indestructibles… No somos más que niños indefensos jugando a ser superhombres. Creemos que somos invencibles hasta que un día la vida te hace ver que no eres más que la damisela en apuros del cuento. Todos necesitamos a veces a alguien que nos salve. Y solo a veces aparece un mini-héroe capaz de electrificar al ogro que nos acorrala y darle muerte al temor.

Pero eso es la vida, ¿no? Reír, luchar, dudar, temer… y resistir.
Momentos que pasan, que dejan huella. Historias que ocurren en un paréntesis de tiempo que imaginabas vacío. Como una página en blanco entre capítulos en la que decides escribir tú mismo un interludio alternativo. Y deja de estar en blanco, deja de ser silencio, para convertirse en el mágico episodio que completa la obra y la convierte en un “best seller”.

Mi viaje comenzó una mañana, con el sol tras de mí, proyectando mi imagen sobre un asfalto incierto, pero increíblemente sólido. Dejaba atrás un mundo cómodo y seguro para adentrarme en una boca de lobo que podía devorarme o convertirme en cazador.
Y no estaba solo. Me llevaba conmigo el recuerdo de la historia más fresca que pueda contar algún día. Muchas horas de sol, noches de helado en un perdido césped, una canción en mis oídos y el pelo erizado por la electricidad de su piel.


Una vez, alguien me propuso una teoría. “Todo lo que empieza está condenado a acabar. Por eso es mejor pensar que lo nuestro nunca empezó. Pensemos que lo pillamos a mitad, que no tuvo principio. Así, pase lo que pase, jamás podrá terminar.”


Ha pasado el tiempo. Los minutos y las horas antes fugaces son ahora eternos. La ilusión se convirtió en rutina y el sol en lluvia. Pero todas aquellas palabras nunca fueron olvidadas. Las lecciones que recibí me empujaron a luchar, me ayudaron a andar firme, y a saber volver al punto de partida.

Y aquel impulso magnético que antes erizaba mi piel es ahora un recuerdo de la historia más bonita que el verano dibujó. Todas las caricias de un agosto eléctrico quedaron impregnadas en mi cuerpo, como tinta sideral dibujando el cielo de aquellas noches de relámpagos y fuegos artificiales.

 Y no se borrarán, pues lo que no empieza no puede acabar. Y pienso guardarlo para siempre dentro de mí, como si nunca hubiese comenzado, como si toda aquella historia la hubiésemos cogido a la mitad.
Te agradezco tus consejos y tu amistad. Los momentos que tuvimos y para siempre quedarán, porque no fui yo el maestro, yo no fui tu profesor. Tú lo fuiste conmigo. Yo el alumno, y tú mi salvador.


¡GRACIAS MINIMAN!

 Adrián Peña (Chico Tóxico)



Fotografía: José Agüera 


Quizás tenga más suerte...  y me regalen otra vida en la que pueda conocerte con más detenimiento...



Sígueme en Twitter: @Droximilian